viernes, 8 de abril de 2011

Tres ratas en el camerino: vistiéndose para la acción

Cuando actuaban en Las Vegas, ya fuese en el Hotel Sands en los días dorados del Rat Pack (1957-1963), o en cualquiera de los otros en años posteriores, los chicos solían seguir una rutina antes de salir al escenario, especialmente Frank y Dino. Tras una noche de fiesta y la correspondiente mañana de sueño, almorzaban bien, se relajaban un poco y pasaban por una buena sesión de sauna (tema aparte del que ya hablaremos con más calma). Concluída ésta, llegaba el momento de acicalarse para el show.


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En ese tema Sinatra era muy estricto. No soportaba que la gente no supiese ir vestida correctamente para cada ocasión. Le molestaban por igual el hombre que acudía a una cena sin su esmoquin de rigor como el que se vestía con él para asistir a un espectáculo con el que no encajaba ese vestuario; y por supuesto, jamás había que llevar un esmoquin en domingo.

Tras tomar una reconfortante ducha, ya en la habitación del hotel, volvían a embutirse en un albornoz, y mientras un miembro de su “camarilla” les preparaba el atuendo, ellos paladeaban un whisky y fumaban un par de cigarrillos. Shirley MacLaine asistió, como “mascota” del Rat Pack, a varios de aquellos ceremoniales, y se quedaba verdaderamente perpleja de que unos hombres pudiesen cuidar de forma tan pulcra y detallista su aspecto. Al final, el gusto por la elegancia se convertiría en otra de las señas de identidad del grupo.


Lo principal era no tener nunca prisas, y por eso empezaban siempre a vestirse con bastante antelación. Ante todo, el afeitado, cada cual a su estilo: navaja en el caso de Frank, maquinilla eléctrica en el de Dean y cuchilla en el de Sammy. Después, la colonia, que corría a raudales entre los artistas casi tanto como el alcohol; Agua Lavanda para Frank, Woodhue de Fabergé para Dean (aunque solía bromear en el escenario mojando sus dedos en el vaso de whisky y dándose con éstos tras las orejas) y una contundente combinación de Lactopine, Hermes y Au Savage para Sammy.

En el momento de vestirse, como cualquier mortal, todo empezaba por la ropa interior. Blanca, inmaculada, planchada. Las camisas eran siempre nuevas, también blancas, almidonadas. El traje, bien aireado tras ser planchado específicamente para cada ocasión, había sido bien seleccionado según el momento. De igual modo se hacía con el tipo, color y material de la corbata o la pajarita, seda siempre, a escoger entre una amplia variedad cuidadosamente doblada en los cajones de un arcón de viaje.


En otro de los cajones se guardaban los pañuelos para el bolsillo de la chaqueta, si la ocasión lo requería (siempre rojo para el esmoquin). Sulka y Turnbull & Asser eran las marcas preferidas para ambos tipos de complementos, hasta que Sinatra lanzó su propia colección de corbatas. “Nunca he conocido a una mujer que pudiese elegir una corbata de mi gusto”, comentaría el cantante. No era cierto, Nancy Barbato lo conseguía.

Frank y Dean eran muy especiales para los colores, Sinatra sobre todo, hasta el punto de llamar la atención a la gente en medio de una fiesta. Lo más imperdonable era llevar un traje marrón por la noche. Para ese momento, siempre negro. Tal vez azul, si era un azul “medianoche” o, si no había más remedio, un gris oscuro. En 1965, Frank y Dean acudieron juntos al popular programa The Tonight Show, presentado por Johnny Carson. Durante la emisión en directo, la pareja, embutida en sus elegantes esmóquines negros, interrumpió el guión previsto para recriminar al presentador, los invitados (Joey Bishop entre ellos) y la banda de música que fuesen vestidos con trajes grises. “Se supone que esto es un programa de media noche, ¿no? –comentó Frank- ¿Qué diablos hacéis vestidos así?”

Durante el día, por el contrario, apostaban los colores arriesgados y alegres, como el naranja (el color favorito de Sinatra) o el verde, siempre combinados con buen gusto. Frank, por ejemplo, odiaba por lo general que alguien gastase calcetines blancos con zapatos negros y pantalón gris, pero Dean lo hacía, aunque con tal clase que llegó a convertirse en referente estilístico del Rat Pack.

Él fue el primero del grupo en requerir los servicios del sastre Sy Devore, al que conoció en sus días junto a Jerry. Frank y los chicos le llamaban “El custodio de los trajes reales”, y por ello estuvo en Las Vegas durante las dos semanas de enero de 1960 en las que se forjó la leyenda del Rat Pack, durante el rodaje de La cuadrilla de los once, de igual modo que los acompañaría más tarde en otros lugares, siempre atento para cuidar que cada uno de los ternos estuviese perfecto antes de cada función.

Cada miembro del grupo quería un corte determinado, y Devore se encargaba de ofrecérselo. Una de las características de aquellos trajes que marcó moda era permitir que los puños de las camisas se viesen más de lo habitual, una preferencia impuesta por Dean. Tras popularizarse su trabajo con el Rat Pack, Devore llegaría a tener clientes como Elvis Presley, cuya manifiesta devoción por Dean Martin le llevó a intentar imitarlo incluso en su forma de vestir. En cuanto a Frank, llegó a asociarse con Sy Devore, y a mediados de los sesenta su guardarropa contaba con más de 150 trajes. Poco después dejó al sastre de Beverly Hills para decantarse por el corte inglés de Carroll & Co., Dunhill y otros maestros de Savile Row.

Ya vestidos y calados sus zapatos, relucientes como espejos, había que llenar los bolsillos. “Siempre me han gustado los bolsillos –dijo Frank en una ocasión-. Cada cosa tiene su pequeño hogar, limpio y ordenado”. El pañuelo de lino blanco en el interior de la chaqueta. Pequeños caramelos de menta en el bolsillo izquierdo, junto a algunos pañuelos de papel. Algunos Camels sueltos en el derecho. En el pantalón, un clip con un fajo de billetes nuevos, ninguno menor de cien.


En cuanto a las joyas, Sammy era el que más lucía. Con el paso de los años llegó a tener sus dedos repletos de anillos, además de varias cadenas de oro. Por su parte, Dean sólo llevaba una esclava en la muñeca. A Frank no le gustaba nada de ese detalle. En cierta ocasión le regalaron una como la de Dean, con sus iniciales grabadas, pero nunca se la puso: “No necesito una cadena con mi nombre. Sé muy bien quién soy”. Lo que sí solía llevar era un anillo en el dedo meñique. Dean y él se hicieron diseñar uno que se regalaron mutuamente, como símbolo de hermandad. Dean nunca se lo quitaba, pero Frank lo alternaba con uno de la familia Sinatra y otro que sellaba su relación con el mafioso Sam Giancana. Para la camisa, los gemelos de casi todos eran comprados a Swifty Morgan, un joyero de Florida. Una vez listos, Frank y Dean se miraban el uno al otro para revisar traje y complementos. Si todo estaba en orden, era el momento de apurar las copas, salir de la habitación y poner rumbo al escenario.


6 comentarios:

  1. Estrupendo este artículo dedicado al estilo en la ropa de las ratas más famosas del mundo. Todavía le debo agradecer a Sinatra el tener una camisa naranja. Es un color adecuado para mañanas soleadas de verano y combina muy bien con el blanco. Definitivamente el estilo que tenían estos hombres al vestir es digno de admiración. Abrazos.

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  2. Es cierto, arcos, el naranja es arriesgado pero, bien cmbinado, es una gozada. Tengo una corbata en esa tonalidad (tirando al color teja) que me hizo pensar en Frankie cuando la compre...

    Saludos

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  3. Curioso lo distintos que eran los tres en sus cosas. Pero los tres impecables.
    Saludos.

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  4. Definitivamente adoro a estos hombres, ¡¡¡me encantan!!! Pues claro que es fundamental la vestimenta y el fajo de billetes sin usar como complemento ideal, ¡ja, ja! Buenísima la entrada Javier y las fotos estupendas. No dejes de leer en mi blog una entrada que dedicaré a los aeropuertos y las vestimentas que pululan por allí. ¡Un besazo!

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  5. ¿Aeropuertos y vestimentas? Jeje, sin duda no dejaré de leer nada en tu blog, Sylvie. Otro beso para ti.

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  6. Lo de los calcetines blancos es arriesgadísimo; se corre el riesgo de llamar demasiado la atención (sólo al alcance de unos pocos privilegiados como lo fueron Dean Martin o Michael Jackson). Con los puños de las camisas, ves tú, sí que me atrevo: siempre un buen trozo asomando por el traje. Pero qué grandes fueron...

    Un abrazo, amigo.

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